En el caos de las redes, donde la información se escapa entre filtros y el odio se disfraza de meme, ejercer el periodismo con ética es más difícil, pero también más necesario que nunca. Ya no basta con ser “objetivos”. Ni siquiera con ser veraces. Lo que está en juego es el sentido mismo de la profesión: ¿para qué y para quién informamos?
Este decálogo nace como una guía de supervivencia para medios nativos en redes sociales que no quieren limitarse a acumular likes, sino provocar pensamiento, tejer comunidad y ejercer responsabilidad. Porque informar en plataformas diseñadas para la distracción requiere nuevas formas de rigor, nuevas maneras de cuidar.
Aquí no encontrarás tecnicismos ni promesas vacías. Lo que sigue es un manifiesto práctico, incómodo y radicalmente comprometido con el derecho a una información libre de estigmas, sesgos y estrategias de manipulación. No es una lista de deberes: es una declaración de intenciones. Una brújula ética para quienes aún creen que el periodismo puede (y debe) incomodar al poder, amplificar las voces del margen y generar transformación.
- Verdad con contexto, no con atajos
Publicar un dato sin explicar de dónde viene es como lanzar una piedra y esconder la mano. No basta con ser “correctos”: hay que ser honestos. Cada pieza informativa debe ofrecer contexto, fuentes y un porqué. ¿De qué sirve decir que aumentó la criminalidad si no explicamos a quién afecta, cómo se mide o qué sesgos hay detrás? El periodismo sin contexto es propaganda maquillada de urgencia. - El género no es decorado: es estructura
No se trata de “incluir mujeres” en una nota, sino de cambiar la mirada desde donde se cuenta el mundo. ¿Quién habla? ¿Quién es representada solo como víctima o solo como cuerpo? El medio debe revisar sistemáticamente sus fuentes, imágenes y enfoques para romper con el sesgo cisheteropatriarcal que atraviesa la información. Se mide, se corrige y se cambia. La perspectiva de género no es una opción: es una responsabilidad. - El odio no tiene cabida ni como clickbait
No se comparte contenido que humille, estigmatice o reproduzca discursos de odio, aunque venga disfrazado de “broma”, “libertad de opinión” o “simple meme”. El algoritmo premia lo tóxico. El periodismo ético lo confronta. Se crea un protocolo de moderación que detecte y elimine ese tipo de publicaciones, y se forma al equipo para reconocer las formas más sutiles de violencia simbólica. - La audiencia no es cliente: es comunidad
No buscamos consumidores pasivos, sino cómplices activos. Escuchamos, respondemos, damos espacio a voces disidentes. Los comentarios no son decorado: son parte del tejido social. Se abren espacios de diálogo cuidados, con normas claras de convivencia y mecanismos para denunciar abusos. Porque la comunidad no se construye con seguidores, sino con relaciones. - No se monetiza la ansiedad
Evitamos titulares sensacionalistas, falsas alertas o contenido diseñado solo para generar alarma. No usamos el miedo como gancho ni la tragedia como espectáculo. Informar con responsabilidad también es cuidar el equilibrio emocional de quien lee. Se establecen filtros internos que evalúan el impacto emocional de los contenidos antes de publicarlos. - Verificar no es opcional: es principio fundacional
Toda pieza se contrasta antes de publicarse. Se utilizan herramientas como InVID, Full Fact AI, Hive Moderation, pero sobre todo: se activa el pensamiento crítico. Se analiza no solo si algo es verdadero, sino a quién beneficia esa “verdad” y a quién perjudica. El medio educa en verificación enseñando a su comunidad cómo detectar manipulación, sin tecnicismos. - Transparencia radical
Se publican de forma accesible las fuentes de financiación, los acuerdos comerciales, las decisiones editoriales clave. ¿Hay un patrocinador detrás? Se dice. ¿Hay conflictos de interés? Se explican. ¿Hay errores? Se reconocen y se corrigen públicamente. Lo contrario no es profesionalismo: es opacidad. - Tecnología con ética
La inteligencia artificial es una herramienta, no una editorial. Si se usa IA para crear, editar o mejorar contenido, se informa claramente a la audiencia. No se utiliza para suplantar voces, fabricar imágenes ni manipular emociones. Toda implementación tecnológica pasa por un filtro ético antes de llegar a la comunidad. - Cuidar a quien cuida
Los equipos también sienten. Por eso se garantiza un entorno laboral respetuoso, humano, flexible. Se promueven tiempos de descanso reales, espacios de cuidado emocional y protocolos contra el burnout. El bienestar del equipo es parte de la calidad periodística. Sin eso, no hay medio, hay explotación. - No educamos: provocamos pensamiento
El objetivo no es tener razón, sino encender preguntas. Se apuesta por narrativas que incomoden, que rompan con la lógica del adoctrinamiento o la moralina. No damos respuestas cerradas: abrimos grietas. Porque el periodismo más potente no es el que tranquiliza, sino el que sacude.
Referencias
- Free Press Unlimited & Global Forum for Media Development. (2022). Gender balance guidebook: Tactics, tools and strategies for building gender-ethical journalism (Versión final en español). https://gfmd.info/
Debatcontribution 0el R3: Ética periodística en tiempos de algoritmos: decálogo para un medio que no se rinde
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